¿Qué es el género? ¿Hay sólo dos géneros? ¿Qué busca el feminismo? ¿A que nos referimos con igualdad de género?
Ésta y muchísimas más preguntas nos encontraron este mes en la olla, a medida que pasaban las reuniones y nos disponíamos a poner en discusión el tema. Pero poco a poco las reflexiones de cada uno fueron confluyendo en algunos puntos en común. Pensando en este tema surgieron inmediatamente realidades que se entrelazan con varios aspectos de la vida de todos. La opresión de un género (el masculino) sobre otro (el femenino), no solo explica la desigualdad que se manifiesta en la vida cotidiana, desde los ámbitos de trabajo hasta la vida familiar y social en general, sino que también desconoce la diversidad en sí. Al pensar en términos de género, inmediatamente lo asociamos a los 2 géneros biológicamente definidos (mujeres y hombres), pero dejamos de lado la infinita diversidad de opciones que fue construyendo la cultura humana a través del tiempo.
En definitiva el género como construcción de nuestra cultura es un amplio y diverso abanico de opciones que hacen que nuestra experiencia de vida se enriquezca siempre un poco más.
Pero la realidad actual está aún lejana de ese mundo diverso y colorido…
Hoy vemos como el papel que juega la mujer en este mundo ha sido siempre la de someterse a las directivas masculinas. Pero aún peor todavía: la liberación de la mujer (según nos venden) en el mundo contemporáneo, se basa en aumentar aún más su sometimiento. Ya no sólo se tiene que encargar de la tarea jamás remunerada de mantener integro y habitable el hogar, educar a los hijos y ser “la esposa perfecta y fiel”, sino que además de todas esas tareas ahora también sale a trabajar encontrándose con un mundo laboral que promete más de lo que da, ya que generalmente, las tareas que realizan las mujeres son siempre remuneradas con sueldos más bajos que el de los hombres aún siendo las mismas.
Ni hablar de la violencia explícita que se ejerce sobre la mujer, como abusos, trata o brutales golpizas que son
moneda corriente hasta en las sociedades llamadas del
“primer mundo”…
Por otra parte observamos como los estereotipos establecidos por la moda generan una competencia sin
sentido entre ellas haciéndoles jugar el papel de adornos con los cuales los hombres pueden ser decorados.
Los programas de televisión basura, a diario, promueven la imagen de “mujer perfecta” donde el físico es lo único que cuenta y se resalta que la mujer es solo un entretenimiento del hombre; una mera cosa sin el más mínimo sentimiento y mucho menos inteligencia…
Esta “imagen de mujer perfecta” (tonta y flaca) crece todos los días un poco más, vendida a través de los medios de (in)comunicación, en un mundo donde nos dicen que supuestamente la mujer está teniendo un rol cada vez más “activo”.
Sin embargo, podemos observar que al mismo tiempo que crece desmesuradamente la imagen falsa de una mujer superficial y al servicio del hombre, también hay cada vez más mujeres que se están dando cuenta de que su papel en esta sociedad nos es en absoluto secundario, y que sólo por medio de la unión y la organización pueden hacer frente a los atropellos del patriarcado en el que vivimos.
Comprendimos en el debate que la “igualdad” entre hombres y mujeres no se trata de que la mujer tenga un mismo acceso a la explotación laboral, sino que se trata de crear un mundo en dónde todos podamos compartir el fruto de nuestro trabajo colectivo sin distinciones absurdas. El primer paso entonces para la “igualdad” es reconocernos diferentes.
En definitiva podemos concluir que el género no nos determina, sino que nosotros como personas somos lo que definimos nuestro género, haciendo que las elecciones de nuestra vida no estén determinadas dentro de esquemas rígidos sino en base a la libertad.
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